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el tren de los momentos

08 noviembre, 2006

Después del viaje…

…en el tren de los momentos. La primera vez que escuché esas palabras como título no pude evitar cagarme de la risa. Me sugirió un disco más o menos predecible, intenso, sincero, hecho de recuerdos, vamos, con una buena dosis de cebolla, como dicen por ahí, y de los que cuando llegue el final del tema 10 te deje la sensación de un lavado intenso a fondo. Imaginaba lo que la mayor parte de la gente espera. La cosa es que yo siempre he esperado más, aunque no negaré que un disco así me hubiese encantado. Todo el mundo disfruta de ese dolor placentero de que te saquen pa fuera el corazón y te lo achuchen con fuerza y que luego se nos quede dolorío pero latiendo fuerte enterrao en el pecho, haciéndonos sentir un poco más vivos a través de la vida de otros, que hacemos nuestra. Es la esencia de los programas del corazón, las pelis del neorrealismo italiano tipo el ladrón de bicicletas o de las actuales colaboraciones hispano argentinas que te dejan para el arrastre preguntándote ¿de qué carajo sierve esto? Pero recuerdas que en medio del momento de más impotencia y de alguna lágrima contenida sentiste un ligero placer… el placer de sentir. Y, bueno, al final es la esencia de todo.

Recuerdos e historias de otras personas, palabras enternecedoras, bonitas melodías… discos redondos y hechos con toda la intención de llegar a la gente, en este momento de mi vida me han llegado a aburrir. Sabía que con Alejandro no sería así, lo confieso. Hiciese lo que hiciese y supongo que suena mal admitirlo pero me tiene ganada de entrada. Los motivos, miles. Las canciones que han marcado mi vida y mi crecimiento, la parte importante de mi que viene de su música porque “pasamos la vida seleccionando de lo que percibimos pedacitos con los cuales ir construyéndonos, entonces al final seríamos como una diarrea de reproducciones de restos…”, el coraje y las historias desencadenadas por el mismo, el cariño acumulado… podría seguir mucho más rato y llegar a aburrir, pero creo que no merece la pena porque no es difícil de entender ni tan importante. Tal vez, puede ser, sucede con él porque sea “un agente reproductor más fiel que otros” y, por tanto, genere más identificación en las personas… (las cifras no dejan lugar a duda). Puede haber mil motivos y aunados convergen (hasta las palabras son copias) en una “sensibilidad alejandrina” extremadamente depurada a través de los años. Hay gente que le pasa con un escritor, o con un director de cine, qué se yo, a otros con su mejor amigo y ¿quién sabe? A lo mejor hay quien no le pasa con nadie y son diarreas de restos menos identificables, más exclusivas.

De cualquier modo, y ahora que tengo el pequeño vinilo dando vueltas en el reproductor, confieso que me ha sorprendido. No voy a decir que no se parece a nada (por todo el rollo de las “copias de copias de copias y así hasta que duela el cerebro” que comparto totalmente) sólo puedo decir que se parece mucho más a lo que es una persona; con todas sus complejidades y sus simplezas, sus copias y con su diversidad de gustos, con sus múltiples caras (las más aceptadas socialmente y las más vetadas).

Si todos nos pusiéramos a hacer algo así, nos olvidáramos del resto y sacáramos no más pa fuera también seríamos imágenes más identificables. Es lo que tiene esta sociedad que reprime. Se censuran las palabras malsonantes y los deseos más oscuros, menos en los ámbitos en los que se ponen de moda, donde, por otra parte, se censuran las palabras biensonantes y los sentimientos limpios. Pero ni todo el mundo tiene tan poca vergüenza ni, a lo mejor, nos conviene…

Retomando la crítica que no es crítica sino una observación, no sé si muy objetiva (animo a los más objetivos a que nos manden sus propias observaciones después de pegarse un viaje en el tren)… decía que retomaba con esa idea que es para mi la que más define este disco: al poca vergüenza (o sinvergonzonería) en un sentido literal, una especie de aislamiento social… pero también la guasa.

Conclusión: nuestras caras atónitas en la primera escucha (¡y en la segunda!) Algunas canciones: una limpieza más feroz que de costumbre (con el enganche proporcional a la intensidad de los latidos), otras canciones: en apariencia completamente ajenas a nosotras en música y letra (eso de arrancarte el corazón por la fuerza como un limón, jajajaja); ritmos que no son los que escuchamos y los que nos gustan y palabras que no encajan en nuestra sensibilidad alejandrina si no fuera porque el que no encajen, encaja. Al final, las cosas dichas más claras (o no, según para quien) y el pecho al descubierto (para bien y para mal).

Con todo, no me gustaría si todo el mundo fuera capaz de aislarse socialmente y sacar pa fuera, monstruos y todo, y los hiciera públicos. Vamos, que no quisiera meter el hocico en los interiores de cualquiera… y es que, al final, no todos somos iguales, ni de chicos, ni de mayores (resultados de distintos plagios). La cosa es que los mayores a veces son bien chungos y tragarse toda la mierda que arrastran no es cosa agradable… ¿cuál es la diferencia? ¿Dónde comienza lo útil y lo inútil, lo bueno y lo malo, lo admirable y lo despreciable? Yo no sé muy bien dónde. La cuestión es que sí hay diferencia entre la prensa del corazón y las pelis del neorrealismo italiano o las hispano argentinas aunque a veces provocan emociones similares… algunas emociones son más útiles porque vienen de una exposición de la realidad que genera una posición crítica: un rechazo a una injusticia. Lo que pasa es que la gente, la mayoría, ya no cree sinceramente en lo de “hacer un mundo mejor” y se quedan en la emoción. El mundo mejor no se hace escuchando canciones, está claro, ni leyendo libros y yendo a conciertos… ¿de qué sirve sentirse herido por las injusticias si no se lucha contra ellas?

Es distinto el papel del que escucha, lee, mira y se alimenta de vidas, ideas y emociones ajenas, del que las genera. El primero se ajusta al rol del consumidor pasivo para el que se fabrican productos a medida y que llena su vida de identificaciones que se amolden a cómo él quiere ser. El que las genera también es consumidor y ahora viene el mismo rollo de que “hoy el mundo se reproduce en serie” hasta en esto de tratar de hacer pensar. La cuestión es que sí hay diferencia entre uno y otro. Y puede que haya quien piense que de qué sirve si después de tantos libros escritos, de tantas canciones, tantos conciertos, películas, obras de teatro… después de tantas luchas de este tipo y reales, el mundo sigue igual, si no peor. Y el mundo justo se asemeja a un amor platónico que alguien inventó como se inventó la felicidad: para pasarse la vida persiguiendo algo y no darse tanta cuenta de que se nos acaba o para no aburrirnos en el trayecto.

En fin. Para cerrar el círculo o el recorrido extraño e irregular de este viaje diré que la vida se compone de momentos compartidos con las personas que son importantes para cada uno, y si bien estas u otras canciones no alcancen a cambiar el mundo (si entendemos por ello que todo sea como queremos que sea), sí son un reflejo de una persona que no se conforma. Y el hecho de que no quisiera escuchar los demonios de muchos adultos hechos canciones y, sin embargo, sienta que estas me impulsan a vivir un poco más o de otra forma y disfrute escuchándolas me hace creer que no es inútil y que, después de todo, el mundo distinto puede ser que empiece por cosas como esta, por personas que no se conforman y por momentos compartidos…

(Por eltrendelosmomentos)