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el tren de los momentos

28 septiembre, 2006

Después de A la primera persona

Somos como bichitos… que nacen, crecen, se reproducen y mueren, y mueren en cualquier momento. Con algunas diferencias… nos sentimos mucho más especiales que ellos, por ejemplo.A veces uno se pregunta cuánto de orgulloso ha de sentirse de la evolución de nuestra especie y hasta qué punto fue un error. Te encuentras demasiadas personas caminando a dos patas agarradas fuerte por el cuello, atrapados en una rutina perfectamente desarrollada y controlada. Profundamente infelices ellos, en todo su desarrollo, incapaces de responder a sus propias necesidades, desentrenados en escucharlas. Vencedores desconocedores de su derrota.

Hemos inventado tantas cosas… El hombre ha inventado todos los cuentos, nos canta un joven poeta. Y esa es otra diferencia: atendemos a necesidades inventadas. Incluso llegamos a alimentarnos de ellas desviándonos peligrosamente de nuestro origen porque ahora no sólo de pan vive el hombre. Y entre tanta evolución e invento hay quien se olvida de que es no sólo y que aún todos los hombres necesitan el pan, y eso es lo primero.
Nuestro desarrollo nos permite tanto pensar en la urgencia del Pan para cada hombre como olvidarla. Inventamos “proyectos de desarrollo” y algunos sienten la necesidad de partirse las manos por saciar las primeras necesidades que tuvimos los hombres, las que compartimos con el resto, como bichitos que somos. Algunos hombres sienten la necesidad de ayudar. Otros construyen torres y tronos para monarcas bañados en oro con detalles en diamantes. Otros centran su vida en comprar y vender viviendas especulando con las necesidades de los más jóvenes. Otros estafan, explotan y agrandan las diferencias entre los hombres que tienen y los que no tienen el pan para dar a sus hijos. Hay quienes mueren de hambre porque necesitan adelgazar un poco más. Y todo, dentro del mismo desarrollo.Entre tanto, las empresas del disco necesitan encontrar nuevos ídolos que se adapten a la necesidad de creer de los más jóvenes… de creer en este mundo en el que nos tocó nacer, crecer y morir. Y en esa desesperada necesidad, todo vale…Sin embargo, hay cosas muy buenas de este, nuestro maldito desarrollo.El hombre ha inventado muchas cosas, grandes cosas pa hacer la vida más cómoda, Cosas sorprendentes que la mayoría de los mortales somos incapaces de comprender. Y la vida es más fácil, puede ser… pero más fácil no tiene por qué significar más bueno o más feliz. Hay miles de grandes cosas admirables y otras miles detestables. Pero si hay algo por lo que no arrepentirse de haber enderezado el lomo y haber comenzado a caminar a dos patas nada tiene que ver con esos grandes inventos tecnológicos, ni con la moda de alta costura, ni con la bolsa o los rascacielos de Nueva York,… tampoco con ninguna religión.Si hay algo por lo que sentirnos orgullosos de nuestra humanidad es justo por lo que nos hace más vulnerables que en nuestros comienzos, más aplastables que los bichitos… aquello que nos puede llevar a rozar cielos e infiernos… ninguna otra cosa.La necesidad de sentir y compartir. De conocer y darnos a conocer… y de conectarnos con los demás. El destrozo del abandono. La soledad. El vacío. El hambre de amor. La sed insaciable. El peso de los recuerdos. Las heridas incurables. La necesidad de entregar caricias guardás. El llanto desesperado. Pasar la vida buscando, y encontrando. El valor de unas manos compañeras.Todos los hombres necesitan de otros ojos… quién sabe si con la misma intensidad… lo que está claro, es que no somos iguales en nuestra capacidad de aceptar(nos) esta, a veces, devastadora humanidad.Y de entre todos, hay quienes se rasgan el pecho y exhiben hasta las vísceras pesadas como llamas por dentro… y no es un trabajo -aunque las empresas se afiebren en la explotación de estos trabajadores en función de la rentabilidad del producto- No, no es un trabajo, es su idioma. Un idioma depurado a base de trabajo y corazón. Nada que ver con lo de creerse artista.Y la palabra humano puede ser hermosa cuando la grandeza de un hombre le lleva a descomponerse en las palabras más sinceras y sencillas pa escupir los restos de una pérdida desgarradora. Sin miedo a ser perdedor en un mundo que valora a cada hombre por el peso de su éxito. Y su éxito reside en no perseguir ese éxito.Nada más valioso en nuestro desarrollo que lo que nos hace más miedosos y desesperados. Lo que uno más ama, más le puede destruir. Y no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes… ná.Más frágiles que bichitos: podemos morir por doble partida. Quién sabe si fue o no fue un error. Pero, sin duda, sí es un orgullo